Nosotras
Somos unas alumnas del colegio Milagrosa Las Nieves de tercero de la ESO que hemos decidido hablar en nuestro trabajo del amor cortés.
Nos llamamos Beatriz Castilla, Lucia Benito, Sofia Ferrero
POEMAS
ACORDAOS POR DIOS, SEÑORA
Acordaos por Dios, señora,
quánto ha que comencé
vuestro servicio,
cómo un día ni una hora
nunca dexo ni dexé
de tal officio.
Acordaos de mis dolores,
acordaos de mis tormentos
qu’e sentido,
acordaos de los temores
y males y pensamientos
qu’e sufrido.
Acordaos cómo en presencia,
me hallaste siempre firme
y muy leal,
acordaos cómo en ausencia
nunca pude arrepentirme
de mi mal.
Acordaos cómo soy vuestro
sin jamás haber pensado
ser ajeno,
acordaos cómo no muestro
el medio mal qu’e passado
por ser bueno.
Acordaos que no sentistes,
en mi vida una mudanza
que hiziesse,
acordaos que no me distes
en la vuestra una esperanza
que viviesse.
Acordaos de la tristura
que siento yo por la vuestra
que mostráis;
acordaos ya, por mesura,
del dolor qu’en mí se muestra
y vos negáis.
Acordaos que fuy sujeto
y soy a vuestra belleza
con razón;
acordaos que soy secreto,
acordaos de mi firmeza
y afición.
Acordaos de lo que siento
quando parto y vos quedáis
o vos partís;
acordaos cómo no miento,
aunque vos no lo pensáis
según dezís.
Acordaos de los enojos
que m’avés hecho passar
y los gemidos;
acordaos ya de mis ojos,
que de mis males llorar
están perdidos.
Acordaos de quánto’s quiero,
acordaos de mi desseo
y mis suspiros;
acordaos cómo si muero
destos males que posseo,
es por serviros.
Acordaos que llevaréis
un tal cargo sobre vos
si me matáis,
que nunca lo pagaréis
ant’el mundo ni ante Dios,
aunque queráis;
y aunque yo sufra paciente
la muerte, y de voluntad
mucho lo hecho,
no faltará algún pariente
que dé quexa a la’rmandad
de tal mal hecho.
Después que pedí justicia,
torno ya pedir merced
a la bondad,
no por c’aya gran cobdicia
de vivir, mas vos aved
ya piedad;
y creedme lo que os cuento,
pues que mi mote sabéis
que dice assí:
Ni miento ni me arrepiento,
ni jamás conoceréis
ál en mí.
[Cabo]
Por fin, de lo que dessea
mi servir y mi querer
y firme fe,
consentid que vuestro sea,
pues que vuestro quiero ser
y lo seré.
Y perded toda la dubda
que tomastes contra mí
d’ayer acá,
que mi servir no se muda
aunque vos pensáis que sí,
ni mudará.
(Jorge Manrique)
No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.
Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.
Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por ti.
Yo soy quien libre me vi...
Yo soy quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí».
Soneto a Laura
No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.
Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.
Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por ti.
En la muerte de Laura
Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.
Yo soy quien libre me vi...
Yo soy quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conoscí,
«sin Dios, y sin vos, y mí».
Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que, por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí».